1. La convicción de la obligación del creyente de guardar la ley moral
1. La convicción de la obligación del creyente de guardar la ley moral
Suma del Conocimiento Salvador
Suma del Conocimiento Salvador, Estándares de Westminster, Iglesia Reformada, Iglesia Presbiteriana, Calvinismo
Para la primera, es decir, para convencer al creyente, en su juicio, de su obligación de guardar la ley moral, entre otros muchos pasajes, tómese Mat. v. 16.
Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Versículo 17. No penséis que he venido a destruir la ley o los profetas: No he venido a destruir, sino a cumplir. Versículo 18. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. Versículo 19. Por tanto, cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos más pequeños, y así lo enseñe a los hombres, será llamado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, ése será llamado grande en el reino de los cielos. Versículo 20. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Donde nuestro Señor,
1. Da el mandamiento a los creyentes, justificados por la fe, de dar evidencia de la gracia de Dios en ellos ante los hombres, haciendo buenas obras: Brille así vuestra luz delante de los hombres, (dice él) para que vean vuestras buenas obras.
2. 2. Los induce a hacerlo, mostrando que, aunque no sean justificados por las obras, los espectadores de sus buenas obras pueden convertirse o ser edificados; y así la gloria puede redundar en Dios por sus buenas obras, cuando los testigos de ellas glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
3. No les da otra regla para su nueva obediencia que la ley moral, establecida y explicada por Moisés y los profetas: No penséis (dice) que he venido a destruir la ley o los profetas.
4. 4. Les da a entender que la doctrina de la gracia y de la liberación de la maldición de la ley por la fe en él, es fácilmente confundida por los juicios corruptos de los hombres, como si perdiera o disminuyera la obligación de los creyentes de obedecer los mandatos y de estar sujetos a la autoridad de la ley; y que este error es, en efecto, una destrucción de la ley y de los profetas, que en ningún caso soportará en ninguno de sus discípulos, pues es tan contrario al fin de su venida, que es primero santificar y luego salvar a los creyentes: No penséis (dice) que he venido a destruir la ley o los profetas.
5. 5. Enseña que el fin del evangelio y del pacto de gracia es procurar la obediencia de los hombres a la ley moral: He venido (dice) a cumplir la ley y los profetas.
6. 6. Que la obligación de la ley moral, en todos los puntos, a todos los deberes santos, es perpetua, y permanecerá hasta el fin del mundo, es decir, hasta que pasen el cielo y la tierra.
7. 7. Que así como Dios ha tenido cuidado de las Escrituras desde el principio, así también tendrá cuidado de ellas hasta el fin del mundo, para que no se quite ni una jota ni una tilde de su sustancia; así lo dice el texto, Ver. 18.
8. 8. Que así como el quebrantamiento de la ley moral, y la defensa de las transgresiones de la misma como si no fueran pecado, excluye a los hombres del cielo, y justamente también de la comunión de la verdadera iglesia; así también la obediencia de la ley, y la enseñanza a otros de hacer lo mismo, por medio del ejemplo, el consejo y la doctrina, de acuerdo con la vocación de cada uno, demuestra que un hombre es un verdadero creyente, y está en gran estima con Dios, y es digno de ser muy estimado por la verdadera iglesia, Ver. 19.
9. Que la justicia de todo cristiano verdadero debe ser más que la justicia de los escribas y fariseos; porque los escribas y fariseos, aunque se esmeraban en cumplir con diversos deberes de la ley, acortaban la exposición de los mismos, para condenar menos su práctica; estudiaban la parte exterior del deber, pero descuidaban la parte interior y espiritual; cumplían cuidadosamente algunos deberes más mezquinos, pero descuidaban el juicio, la misericordia y el amor de Dios: en una palabra, se dedicaron a establecer su propia justicia, y rechazaron la justicia de Dios por la fe en Jesús. Pero un verdadero cristiano debe tener más que todo esto; debe reconocer el pleno alcance del significado espiritual de la ley, y tener respeto por todos los mandamientos, y esforzarse por limpiarse de toda suciedad de carne y espíritu, y no poner peso en el servicio que ha hecho, o que hará, sino revestirse de la justicia imputada de Cristo, que es la única que puede ocultar su desnudez, o de lo contrario no puede ser salvado; así lo dice el texto: Salvo vuestra justicia, etc.