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1. Nuestra lamentable condición por naturaleza

1. Nuestra lamentable condición por naturaleza

Suma del Conocimiento Salvador
Suma del Conocimiento Salvador, Estándares de Westminster, Iglesia Reformada, Iglesia Presbiteriana, Calvinismo

Fundamento I.

Nuestra lamentable condición por naturaleza, al romper el pacto de las obras. . Oh Israel, te has destruido a ti mismo.

I. El Dios todopoderoso y eterno, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres personas distintas en la única y misma Divinidad indivisa, igualmente infinita en todas las perfecciones, decretó, antes del tiempo, muy sabiamente, para su propia gloria, todo lo que ha de suceder en el tiempo: y ejecuta muy santa e infaliblemente todos sus decretos, sin ser partícipe del pecado de ninguna criatura.

II. Este Dios, en seis días, hizo todas las cosas de la nada, muy buenas en su propia especie: en especial, hizo santos a todos los ángeles; e hizo a nuestros primeros padres, Adán y Eva, la raíz de la humanidad, rectos y capaces de guardar la ley escrita en su corazón. Pero Dios no estaba obligado a recompensar su servicio, hasta que no celebró un pacto o contrato con ellos, y con sus descendientes, para darles la vida eterna, a condición de una perfecta obediencia personal, amenazando además con la muerte en caso de que faltaran. Este es el pacto de las obras.

III. Tanto los ángeles como los hombres estaban sujetos al cambio de su propia voluntad, como lo demostró la experiencia (Dios se reservó la propiedad incomunicable de ser naturalmente inmutable:) porque muchos ángeles por su propia voluntad cayeron por el pecado de su primer estado, y se convirtieron en demonios. Nuestros primeros padres, al ser atraídos por Satanás, uno de estos demonios que habla en forma de serpiente, rompieron el pacto de las obras, al comer el fruto prohibido; por lo que ellos y su posteridad, estando en sus lomos, como las ramas en la raíz, y comprendidos en el mismo pacto con ellos, se volvieron no sólo sujetos a la muerte eterna, sino que también perdieron toda capacidad de agradar a Dios; sí, se volvieron por naturaleza enemigos de Dios, y de todo bien espiritual, e inclinados sólo al mal continuamente. Este es nuestro pecado original, la amarga raíz de todas nuestras transgresiones actuales, en pensamiento, palabra y obra.