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Del ayuno solemne público

Del ayuno solemne público

Directorio de Adoración Pública
Directorio de Adoración Pública, Estándares de Westminster, Iglesia Reformada, Iglesia Presbiteriana, Calvinismo

CUANDO algunos juicios grandes y notables son infligidos a un pueblo, o aparentemente inminentes, o por algunas provocaciones extraordinarias notoriamente merecidas; como también cuando se debe buscar y obtener alguna bendición especial, el ayuno solemne público (que debe continuar todo el día) es un deber que Dios espera de esa nación o pueblo.

Un ayuno religioso requiere una abstinencia total, no sólo de todo alimento (a menos que la debilidad corporal impida manifiestamente aguantar hasta que el ayuno termine, en cuyo caso puede tomarse algo, aunque con mucha moderación, para sostener la naturaleza, cuando se esté a punto de desfallecer), sino también de todo trabajo mundano, discursos y pensamientos, y de todos los deleites corporales y similares (aunque en otras ocasiones son lícitos), de las ropas ricas, de los ornamentos y similares, durante el ayuno; y mucho más de todo lo que es de naturaleza o uso escandaloso y ofensivo, como atuendos llamativos, hábitos y gestos lascivos, y otras vanidades de ambos sexos. Recomendamos a todos los ministros, en sus lugares, que reprendan con diligencia y celo, como en otras ocasiones, y especialmente en un ayuno, sin acepción de personas, cuando haya ocasión.

Antes de la reunión pública, cada familia y persona separada debe usar todo el cuidado religioso para preparar sus corazones para una obra tan solemne, y estar temprano en la congregación.

La mayor parte del día, según sea conveniente, se dedicará a la lectura pública y a la predicación de la palabra, con el canto de salmos, para avivar los afectos adecuados a tal deber, pero sobre todo a la oración, con este o similar fin:

"Dando gloria a la gran Majestad de Dios, el Creador, Preservador y Gobernante supremo de todo el mundo, para afectarnos así con una santa reverencia y temor hacia él; reconociendo sus múltiples, grandes y tiernas misericordias, especialmente hacia la iglesia y la nación, para ablandar y rebajar más eficazmente nuestros corazones ante él; confesando humildemente los pecados de todo tipo, con sus diversas agravaciones; justificando los justos juicios de Dios, como mucho menos de lo que nuestros pecados merecen; pero implorando humilde y fervientemente su misericordia y gracia para nosotros, la iglesia y la nación, para nuestro rey y todas las autoridades, y para todos los demás por los que debemos orar (según lo requiera la exigencia actual) con más especial importunidad y ampliación que en otras ocasiones; aplicando por fe las promesas y la bondad de Dios para el perdón, la ayuda y la liberación de los males sentidos, temidos o merecidos; y para obtener las bendiciones que necesitamos y esperamos; junto con la entrega de nosotros mismos totalmente y para siempre al Señor".

En todo esto, los ministros, que son la boca del pueblo hacia Dios, deben hablar de corazón, tras una seria y completa premeditación de los mismos, para que tanto ellos como su pueblo se vean muy afectados, e incluso derretidos por ello, especialmente por el dolor de sus pecados; para que sea realmente un día de profunda humillación y aflicción del alma.

Se debe hacer una selección especial de las Escrituras que se leerán y de los ensayos para la predicación, que puedan trabajar mejor los corazones de los oyentes para el asunto especial del día, y que los disponga más a la humillación y al arrepentimiento: insistiendo más en aquellos detalles que la observación y la experiencia de cada ministro le dicen que son más conducentes a la edificación y la reforma de esa congregación a la que predica.

Antes de terminar los deberes públicos, el ministro debe, en su propio nombre y en el del pueblo, comprometer su corazón y el de ellos a ser del Señor, con el propósito y la resolución profesos de reformar todo lo que esté mal entre ellos, y más particularmente los pecados de los que han sido más notablemente culpables; y acercarse a Dios, y caminar más estrecha y fielmente con él en nueva obediencia, que nunca antes.

También debe amonestar al pueblo, con toda importunidad, que la obra de ese día no termina con los deberes públicos del mismo, sino que deben mejorar el resto del día, y de toda su vida, reforzando en sí mismos y en sus familias en privado todos aquellos afectos y resoluciones piadosas que profesaron en público, a fin de que se asienten en sus corazones para siempre, y ellos mismos puedan encontrar más sensiblemente que Dios ha olido un dulce sabor en Cristo de sus actuaciones, y se apacigua hacia ellos, por respuestas de gracia, en el perdón de los pecados, en la eliminación de los juicios, en la prevención o alejamiento de las plagas, y en la concesión de bendiciones, adecuadas a las condiciones y oraciones de su pueblo, por Jesucristo.

Además de los ayunos solemnes y generales ordenados por la autoridad, juzgamos que, en otras ocasiones, las congregaciones pueden guardar días de ayuno, según la providencia divina les conceda una ocasión especial; y también que las familias pueden hacer lo mismo, de modo que no sea en los días en que la congregación a la que pertenecen debe reunirse para ayunar, o para otros deberes públicos de culto.