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De la Asamblea de la Congregación y su comportamiento en el culto público a Dios

De la Asamblea de la Congregación y su comportamiento en el culto público a Dios

Directorio de Adoración Pública
Directorio de Adoración Pública, Estándares de Westminster, Iglesia Reformada, Iglesia Presbiteriana, Calvinismo

CUANDO la congregación se reúna para el culto público, el pueblo (habiendo preparado antes sus corazones para ello) debe venir y unirse a él, sin ausentarse de la ordenación pública por negligencia, o bajo el pretexto de reuniones privadas.

Que todos entren en la asamblea, no de manera irreverente, tomando sus asientos o lugares sin adoración, o inclinándose hacia un lugar u otro, sino de manera grave y decorosa.

Estando la congregación reunida, el ministro, después de llamarlos solemnemente a la adoración del gran nombre de Dios, debe comenzar con la oración.

"Con toda reverencia y humildad, reconociendo la incomprensible grandeza y majestad del Señor (en cuya presencia se presentan entonces de manera especial) y su propia vileza e indignidad para acercarse a él, con su total incapacidad para una obra tan grande; y suplicándole humildemente que les perdone, les ayude y les acepte en todo el servicio que se va a celebrar, y que bendiga la parte concreta de su palabra que se va a leer: Y todo en el nombre y la mediación del Señor Jesucristo".

Una vez iniciado el culto público, el pueblo debe atenderlo por completo, absteniéndose de leer cualquier cosa, excepto lo que el ministro esté leyendo o citando en ese momento; y absteniéndose mucho más de todo cuchicheo privado, conferencias, saludos o de hacer reverencia a cualquier persona presente o que entre; así como de toda mirada, sueño y otro comportamiento indecente, que pueda perturbar al ministro o al pueblo, o que le obstaculice a uno mismo o a otros en el servicio de Dios.

Si alguno, por necesidad, se ve impedido de estar presente al principio, no debe, cuando entre en la congregación, dedicarse a sus devociones privadas, sino disponerse reverentemente a unirse a la asamblea en la ordenanza de Dios que se esté celebrando en ese momento.