Cargando

De la observancia pública de los días de acción de gracias

De la observancia pública de los días de acción de gracias

Directorio de Adoración Pública
Directorio de Adoración Pública, Estándares de Westminster, Iglesia Reformada, Iglesia Presbiteriana, Calvinismo

CUANDO se vaya a celebrar un día de este tipo, se avisará de él y de la ocasión en que se celebrará, con la debida antelación, para que el pueblo pueda prepararse mejor para ello.

Llegado el día, y reunida la congregación (después de los preparativos privados), el ministro debe comenzar con una palabra de exhortación, para estimular al pueblo al deber para el que se ha reunido, y con una breve oración pidiendo la asistencia y la bendición de Dios (como en otras convenciones para el culto público) según la ocasión particular de su reunión.

Que luego haga alguna narración concisa de la liberación obtenida, o de la misericordia recibida, o de lo que sea que haya ocasionado esa reunión de la congregación, para que todos puedan entenderlo mejor, o ser conscientes de ello, y estar más afectados por ello.

Y, puesto que el canto de salmos es la ordenanza más apropiada para expresar alegría y acción de gracias, que se cante algún salmo o salmos pertinentes para ese propósito, antes o después de la lectura de alguna porción de la palabra adecuada al asunto presente.

Luego, el ministro que vaya a predicar, proceda a una exhortación y oración adicional antes de su sermón, con especial referencia a la presente obra; después de lo cual, que predique sobre algún texto de la Escritura pertinente a la ocasión.

Terminado el sermón, no sólo ore, como en otras ocasiones después de la predicación, con el recuerdo de las necesidades de la Iglesia, el Rey y el Estado (si antes del sermón se omitieron), sino que se extienda en la debida y solemne acción de gracias por las misericordias y liberaciones anteriores; pero más especialmente por lo que en el presente los convoca a dar gracias: con la humilde petición de que continúen y se renueven las acostumbradas misericordias de Dios, según sea necesario, y la gracia santificante para hacer un uso correcto de ellas. Y así, después de haber cantado otro salmo, adecuado a la misericordia, que despida a la congregación con una bendición, para que tengan un tiempo conveniente para su comida y refresco.

Pero el ministro (antes de despedirlos) debe amonestarlos solemnemente para que se guarden de todo exceso y desenfreno, que tienda a la glotonería o a la embriaguez, y mucho más de estos pecados mismos, en su comida y refresco; y que tengan cuidado de que su alegría y regocijo no sean carnales, sino espirituales, lo que puede hacer que la alabanza de Dios sea gloriosa, y que ellos mismos sean humildes y sobrios; y que tanto su alimentación como su regocijo los haga más alegres y amplios, para seguir celebrando sus alabanzas en medio de la congregación, cuando vuelvan a ella en la parte restante de ese día.

Cuando la congregación se reúna de nuevo, se renovará y continuará el curso de la oración, la lectura, la predicación, el canto de salmos y el ofrecimiento de más alabanzas y acciones de gracias, como se ha indicado antes para la mañana, en la medida en que el tiempo lo permita.

En una de las reuniones públicas de ese día, o en ambas, se hará una colecta para los pobres (y del mismo modo en el día de la humillación pública), para que sus lomos nos bendigan y se alegren más con nosotros. Y se exhortará a la gente, al final de la última reunión, a pasar el resto de ese día en deberes santos, y en testimonios de amor y caridad cristianos entre sí, y en regocijarse cada vez más en el Señor, como corresponde a quienes hacen de la alegría del Señor su fuerza.